Teología, Doctrina y Vida
Existen maravillosos conceptos y principios de la fe cristiana, descubra en este canal todas sus aplicaciones a la vida cotidiana de los creyentes.

Pr. jorge enrique orejuela castillo
Pastor y consejero por más de 40 años. Graduado en Teología de la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos. Médico cirujano graduado de la Universidad del Valle. Actualmente se desempeña como Presidente de la Junta de Presbíteros de la Iglesia Apostólica de Jesucristo - "Fe en Jesús" Comunidad Internacional.
El sacrificio válido en el verdadero templo
La santificación es un territorio apartado por Dios para que los creyentes se hagan victoriosos contra todas las fuerzas del mal y tengan la oportunidad de crecer libres de todas esas influencias. Él ha llenado el espacio santificador con condiciones excepcionales que garantizan la victoria de los creyentes. Por otro lado, se puede decir que el culto del verdadero templo supera la idea simplista del manejo religioso, donde a través de sacrificios de animales se pretendía garantizar que el hombre tuviera victoria sobre el pecado, esto llevó al manejo religioso a plantear un concepto de la gracia, que asegura que solo se tiene que aceptar lo que Dios quiere dar a través de Jesucristo y no asumir el compromiso de vivir como Jesús. Enfocando las cosas así, el cristianismo se convirtió en una religión carente de motivaciones trascendentes; anhelando el cielo, pero sin compromiso por las demandas que Dios hace para ajustar la vida por encima de lo común.
En el verdadero templo, el culto que se hace es el compromiso por hacer todos los sacrificios necesarios en la vida para que ella quede ajustada totalmente a la propuesta de Dios, de modo que se imponga la voluntad de Él en el ser y no seguir viviendo de cualquier manera. En el Salmo 119: 9-16 el salmista ha logrado convertir la Palabra de Dios en el fundamento de su vida, todo lo que es la estructura de su ser está establecido sobre las Escrituras, “¿Con qué limpiará el joven su camino?” nadie limpia su camino sino a través de la obediencia a la palabra de Dios, es decir, aquel que se está esforzando por convertir las razones de Dios como lo más decisivo en él, más allá de otros intereses que pueda tener, de modo que se trabaja fuertemente la vida para que la Palabra ocupe un lugar preferencial, comprometido con hacer de la palabra el centro de su vida, un plan de exigencia y de disciplina que define el espíritu de sacrificio del culto verdadero. Entendiendo que Dios se merece eso y mucho más de esa disposición de entrega, Él está pidiendo que se entregue todo lo propio, en ese ánimo sincero para vivir a la altura de lo que Él manda. Cuando se va entendiendo esto, se descubre que en el programa santificador de Dios es definitivo el interés de las personas por hacer de la Palabra el fundamento de sus vidas.
Dios desecha los sacrificios, no quiere que le hagan holocaustos, quiere que las personas sacrifiquen obediencia, es decir, el sacrificio en el verdadero templo es asumir toda la condición humana como territorio sacrificial, hacer la voluntad de Dios tal y como lo propone la Escritura y sostenerse en esa decisión aún a riesgo de la propia vida. Ejemplo de esto fue Jesús, quien interpretó correctamente en la Palabra la voluntad de Dios, de manera que lo que hizo en su vida fue sacrificarlo todo por obedecerle y por tanto, hizo el culto por excelencia, hizo lo que agradaba a Dios. Cualquier otro manejo que no sea obediencia, resulta ofensivo a Dios.
La santificación es un llamado a la obediencia y transformación, donde el verdadero culto a Dios se expresa en una vida comprometida con Su voluntad, siguiendo el ejemplo de Jesucristo y superando una fe meramente ritualista.
La ofrenda de Jesucristo fue hecha una vez para siempre, no hubo necesidad de otro sacrificio, señalando un resultado exitoso: el pecado ya no tenía ninguna injerencia en su vida, y en virtud de ese logro, se abrió a los humanos un territorio santificador generoso, que al ubicarse en un plan de genuina obediencia, les hace siempre victoriosos sobre el pecado. La victoria de Jesús no significa que los humanos hayan quedado libres de compromiso y no requieran hacer ningún esfuerzo, eso es caer en el mismo culto impersonal; la obra de Jesús tiene eficacia en el hombre, si éste camina por donde él caminó: vivir ajustando la existencia a la obediencia real a Dios. La santificación se logra al unir la voluntad propia a la voluntad de Dios y a la voluntad de Jesús; en esa unión de voluntades hay poder y no hay nada que pueda resistirle.
Asumir hacer la voluntad de Dios, conforme a su propuesta para la especie, es un cambio total del paradigma religioso, pues hay otra forma de culto, donde se hacen las cosas bonitas, pero sin compromiso existencial y ese no tiene ningún sentido, pues ninguna actividad religiosa de representación ha logrado alguna victoria sobre el pecado. Lo contrario es poder entrar al Lugar Santísimo, con los efectos santificadores del compromiso de Jesucristo: su actitud dispuesta a dar la vida para obedecer a Dios antes que transigir con el pecado.
La obra de Jesús, entonces, no produce un efecto mágico, sino que tiene un auténtico sentido vivencial, no se puede esperar que su obra haga victorioso a alguien si éste vive de cualquier manera, se requiere trabajar la disciplina seria de vivir conforme a la Palabra, establecerla en las elaboraciones racionales, pues en este nuevo orden de culto, las personas terminan asimilando y amando la perspectiva de Dios frente a la vida; esta es la verdadera victoria sobre el pecado. Se debe mantener firme la profesión de la esperanza, seguros de la fidelidad de Dios, estimulando el desarrollo de los demás y manteniendo la vida comunitaria como principio santificador, es en la comunidad en la que Dios santifica. Es necesario hacer la tarea de encontrar los caminos que lleven a sacrificar en el orden de la obediencia y de nuestra disposición sincera, para agradar a Dios.