EL INDIVIDUALISMO UN PODEROSO DESTRUCTOR.

“Yo tengo derecho a ser feliz; los demás que se defiendan como puedan”, es el pensamiento de la sociedad actual sumida en el individualismo, en la que la persona es más grande si es autodidacta, autosuficiente y autónoma; en la que la identidad, felicidad y libertad sólo se alcanza cuando se sobresale del resto, cuando se es más representativo, fuerte y poderoso. Por ello, cada cual está dispuesto a sacrificarlo todo por conseguir sus metas, sus triunfos, su éxito; sin interesarse en lo más mínimo en el bienestar de los demás. Y, aunque parece algo evidente en las posturas de los poderosos del mundo para quienes los pobres no significan nada y se sacrifica al pueblo por sus intereses, es una realidad que el individualismo ha calado y tocado la mente de la mayoría, y que, por ejemplo, muchas personas han destruido hogares porque para ellos han sido más importantes sus sueños y deseos, que lo perjudicial de sus acciones. Se puede afirmar, entonces, que el individualismo es la negación total del Espíritu de Cristo, pues, en este caso cuando alguien se encuentra tocado por el espíritu cristiano, todo lo que busca es asumir la mayor responsabilidad posible y padecer si es necesario, para garantizar el bienestar de los que están a su alrededor, encontrando en ello su realización. Por tanto, urge la necesidad de enfrentar y superar este mal, permitiendo que Cristo se manifieste en la vida.

Palabras claves: Cristo, Iglesia, Padecimientos, Comunidad, Siervo Sufrido.

El individualismo destruye lo que el amor edifica; solo en Cristo encontramos la verdadera realización al vivir para el bienestar de los demás.

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