El Cristo como siervo sufrido de Jehová – “La obra de una comunidad restauradora”
Semana Santa
Conozca distintos aspectos de análisis de la obra de Cristo Jesús en el calvario, motivándonos a vivir a la altura del presupuesto que Dios dejó señalado a través de la personalidad maravillosa de Jesús.

Pr. jorge enrique orejuela castillo
Pastor y consejero por más de 40 años. Graduado en Teología de la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos. Médico cirujano graduado de la Universidad del Valle. Actualmente se desempeña como Presidente de la Junta de Presbíteros de la Iglesia Apostólica de Jesucristo - "Fe en Jesús" Comunidad Internacional.
El Cristo como siervo sufrido de Jehová – “La obra de una comunidad restauradora”
Para entender la idea del siervo sufrido de Jehová es preciso tener en cuenta su relación con el principio de fe fundamental en el desarrollo del programa salvador: el espíritu de Cristo, este último entendido como una realidad que se está expresando en la perspectiva del pueblo de Israel desde el Antiguo Testamento, a través de hombres que fueron entendiendo detalles de este programa de Dios, también llamado el programa del prometido o de la persona señalada, para que en algún momento de la historia se expresara, desarrollando una disposición y una acción alrededor de la salvación de su pueblo.
Con base en lo anterior, se puede decir que el Cristo no es algo que surge en la época de Jesús. Es una esperanza creciente a lo largo de muchos siglos, un trabajo enorme de formación recibido por las comunidades de los hebreos, los israelitas y posteriormente por los judíos cuando van entendiendo a través de la enseñanza de sus líderes, especialmente de sus profetas, que Dios tiene un interés especial por salvarlos.
Ahora bien, el espíritu de la identidad del Cristo fue madurando hasta calar perfectamente en la persona de un hombre extraordinario, Jesús, que creció en medio de una comunidad de judíos adeptos a la sinagoga y él como un hombre muy estudioso y con una profunda relación con su Dios, fue asimilando ese bagaje del Antiguo Testamento permitiéndole identificarse con el perfil descubierto por Isaías 52:13-15 y 53, el Siervo sufrido de Jehová, perfeccionando así, la perspectiva salvadora de Dios. Estos textos, que fueron escritos en la época del cautiverio en Babilonia, evidencian al siervo sufrido no como una persona, sino como una comunidad, el pueblo de Israel, viviendo una experiencia que debían elaborar saludablemente, pues de esto dependía su futuro. Esta comunidad debe enfrentar la tragedia que viene como consecuencia de los errores de sus antepasados, en los cuales se establecieron sistemas de relaciones equivocados con posturas políticas y administrativas deshonestas, generando así, el derrumbamiento de la sociedad y de su condición nacional, situación aprovechada por un pueblo extraño, Babilonia, que los convierte en cautivos destruyendo todo lo que para ellos representaba su identidad como nación. Isaías, entonces, identifica a Israel como un siervo, que motivado por la promesa de Dios, asume el reto de reivindicar y justificar las posibilidades de un pueblo que se quedó sin patria, sin líderes descollantes y con la obligación de tratar de sobrevivir en tierra extraña, manteniendo su vigencia de pueblo y restaurando la dignidad moral y espiritual en medio de tantas desventajas.
El concepto del Siervo Sufrido de Jehová se entrelaza con el principio fundamental de la fe en el desarrollo del programa de salvación: el Espíritu de Cristo. Este espíritu, presente desde el Antiguo Testamento, se manifestó a través de los profetas y líderes del pueblo de Israel, preparando el camino para la revelación plena en Jesús.
Desde sus inicios, el pueblo hebreo fue comprendiendo que el Cristo no era una figura repentina en la historia, sino una esperanza progresiva forjada a lo largo de los siglos.
Es por ello que el siervo sufrido de Jehová, no es sólo la misión de un hombre, es la misión de una generación, de una comunidad que conociendo y entendiendo muy bien el programa con el que está comprometido, reconoce que su reivindicación y futuro justifican todos los sacrificios, permitiendo al pueblo renacer de las cenizas, dándole una nueva oportunidad. Es entonces que va apareciendo una comunidad con un prestigio nuevo, que lo acredita como ser o sociedad que adquiere una nueva condición de valor delante de Dios y los hombres. Esa es la idea de un siervo sufrido de Jehová que al final recibe honra y autoridad con vigencia permanente.
Así mismo, Jesús entendió bien el espíritu de Cristo revelado por Isaías, prefiriendo ese enfoque al del hijo de David, rey y libertador de su pueblo, que era la expectativa predilecta de los israelitas de su época sometidos al cautiverio de Roma. Entendió que era más fructífero ser un siervo que asume a su pueblo sobrellevando su torpeza, buscando iluminar sus mentes cautivas de intereses extraños y alejados de Dios, que tener un nombre de prestigio. De igual manera, comprendió, en el mensaje de Isaías, que el asunto no se reducía a él como persona, sino que era una comunidad, una nación entera que se identifica con esta visión para reivindicar las posibilidades futuras, no sólo de su pueblo sino de la humanidad, y es por esto que trabajó a sus discípulos, quienes comenzaron a construir otra perspectiva, una nueva conciencia, naciendo así la fe cristiana. Si esa conciencia del Cristo como Siervo sufrido de Jehová no llega, no hay futuro para los pueblos, para las familias y para la iglesia; por tanto, debemos ser capaces de tomar una actitud moral renovada y evitar así el derrumbamiento de la sociedad, alejando el riesgo de vivir calamidades que oscurezcan el mañana.
Esta es la salvación, la base de la vida eterna. Fue también, la visión que motivó a Jesús a asumir su responsabilidad como el siervo sufrido de Jehová, resucitándolo Dios de los muertos para ser Señor y base de un nuevo orden de vida. Es así que el cristianismo se constituye en la punta de lanza, en la referencia para el mundo presente, porque tal conciencia en la iglesia es lo que le da oportunidad de salvación a un ambiente social y familiar en descomposición, por lo tanto, se necesita que como comunidad, como creyentes, nos comprometamos seriamente con la seguridad de que éste es el llamado que hemos recibido de parte de Dios: Ser el Siervo sufrido de Jehová en el Siglo XXI.