El Cristo como siervo sufrido de Jehová – “Cristo, el uno que los asume a todos”
Semana Santa
Conozca distintos aspectos de análisis de la obra de Cristo Jesús en el calvario, motivándonos a vivir a la altura del presupuesto que Dios dejó señalado a través de la personalidad maravillosa de Jesús.

Pr. jorge enrique orejuela castillo
Pastor y consejero por más de 40 años. Graduado en Teología de la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos. Médico cirujano graduado de la Universidad del Valle. Actualmente se desempeña como Presidente de la Junta de Presbíteros de la Iglesia Apostólica de Jesucristo - "Fe en Jesús" Comunidad Internacional.
El Cristo como siervo sufrido de Jehová – “Cristo, el uno que los asume a todos”
En la perspectiva bíblica revelada por Isaías 53, se comprueba una visión extraordinaria y esperanzadora del siervo sufrido de Jehová y del Cristo como una comunidad, que hoy queda fácil descubrirla como la Iglesia, y que es una identidad que no existe al margen de los demás; de este modo se confirma que Jesús no sería el Cristo si no estuviera ligado a la Iglesia, porque su valor de Mesías reposa en el vínculo que establece con ésta, haciendo copartícipes a otros de la dimensión especial de su ministerio. Así, para Jesús su satisfacción siempre fue compartirse a los demás y ser parte de la estructura espiritual del pueblo de Dios.
En ese sentido, el Siervo sufrido de Jehová se caracteriza por la comprensión de las limitaciones de los seres humanos y el padecimiento por el impacto de la torpeza de estos, asumiendo a un pueblo ignorante, a una sociedad inculta, espiritualmente hablando, a un grupo de personas vinculadas a una religión con inmensa insolvencia en su estructura a fin de encontrar caminos para salvarlos. El espíritu del Siervo sufrido, entonces, es perfecto en Jesús, quien se expuso al cúmulo de errores, malignidades y agresiones de sus contemporáneos, por el afán de conducirlos a Dios, entendiendo este sufrimiento no como algo superficial, sino como la razón de fondo de su ministerio.
Ahora bien, en la primera carta de Pedro 3:8-22 se muestra a Jesús como modelo para la Iglesia de esa época, frente a los posibles padecimientos que experimentarían por asumir su misión de Cristo. De esta manera, Pedro los invita a interpretar bien sus padecimientos por causa de la justicia, pensando siempre en el rescate de los perdidos, tal como Dios en su propósito salvador lo establece. Por esto, cualquier situación difícil que se tenga que enfrentar, cumple una función salvadora en cada momento de la historia, cuando el creyente se reviste de Cristo. A su vez, Pablo en Colosenses 1:24, expresa: “ahora me alegro de sufrir por ustedes, así voy completando en mi existencia corporal y en favor del cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, lo que aún falta al total de las tribulaciones cristianas” (BLPH), refiriéndose a las condiciones difíciles que tenía que padecer por el bienestar de las personas que se estaban salvando. Así, hoy es deber de los que forman el cuerpo de Cristo, entender que hay muchas cosas que se deben enfrentar, pero se debe experimentar el gozo de saber que eso es abrir la puerta a muchos de esta generación, para que conozcan a Dios a través de la ministración del Siervo sufrido de Jehová que se está expresando en cada uno, así como en Jesús se expresó.
El siervo de Jehová se distingue por su paciencia y compasión hacia una humanidad limitada y espiritualmente ciega. Jesús encarnó este espíritu al soportar las injusticias y errores de su época, entendiendo el sufrimiento no como un obstáculo, sino como el propósito central de su misión salvadora.
De igual manera, los cristianos son llamados a asumir su propia participación en este ministerio, como lo señala Pedro en 1 Pedro 3:8-22 y Pablo en Colosenses 1:24, donde se reconoce el valor redentor del padecimiento por causa de la justicia.
Entonces, la claridad de Cristo es real en este tiempo, cuanto se haga real en cada cristiano que asuma el ministerio del siervo sufrido de Jehová para el presente. Por eso, lograr que la humanidad despierte justifica el calvario y justifica cualquier situación a la que el cristiano de hoy se tenga que enfrentar, pues con ella se consigue la restauración de la salud de la humanidad. Es el poder del uno que los asume a todos, uno, que puede ser un individuo o una comunidad, que asume los demás, y no al revés. Pues esto último es la tragedia propia de la historia de la humanidad, esa condición dolorosa de todos metidos en la desgracia por la inmadurez de uno.
Entendemos así que la sociedad actual está sumida en el individualismo, que es un espíritu que menoscaba lo humano y a Cristo como comunidad, donde se vive invirtiendo el orden, todos asumen a uno, es decir, todos tienen que sufrir las consecuencias de la irresponsabilidad de unos pocos que, en su egocentrismo, no dimensionan el daño que le causan a los demás. Se hace, pues, necesario entender lo definitivo y decisivo del ministerio que se tiene hoy en Cristo; de convencer al mundo, que esas formas de actuar, mecanismos, pautas y manejos culturales individualistas, sólo llevan a la tragedia. Es por esto que, si en una persona, en un grupo familiar, en un medio social cualquiera, el cristianismo está haciendo un trabajo serio y hay quienes asumen la responsabilidad de ser los siervos sufridos de Jehová para su época, Cristo está presente, y entonces, aparecerá en la comunidad un despertar del genuino interés por el bienestar de los otros.
Hoy, la invitación es aceptar ser el uno que los asume a todos, el Siervo sufrido de Dios, que ante las condiciones limitadas de la estructura social, se mantiene firme en sus convicciones espirituales, en sus posturas legales, honestas, rectas, limpias, a veces sacrificadas, pasando por alto los manejos equivocados, actitudes de crítica, expresiones ignorantes acerca de lo de Dios, y, luchando por crear un ambiente favorable hacia la verdad y hacia lo justo, que conduzca a la salvación de muchos, para que encuentren el lugar que les corresponde en el cuerpo de Cristo. Levantándose así, una estructura de unidad colectiva para crear entre todos un solo hombre que termine identificándose con una sola mente y un mismo espíritu.