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“Asumir la responsabilidad que Dios nos delega garantiza la cordura y el sentido de la vida”

Voluntades Saludables

El libre albedrío es indispensable para alcanzar bienestar y desarrollo de la vida cristiana. La principal herramienta para obtenerlo es consiguiendo una voluntad saludable.

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Pr. jorge enrique orejuela castillo

Pastor y consejero por más de 40 años. Graduado en Teología de la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos. Médico cirujano graduado de la Universidad del Valle. Actualmente se desempeña como Presidente de la Junta de Presbíteros de la Iglesia Apostólica de Jesucristo - "Fe en Jesús" Comunidad Internacional.

“Asumir la responsabilidad que Dios nos delega garantiza la cordura y el sentido de la vida”

Es de vital importancia que todo ser humano sea criado para la responsabilidad y así puedan fundamentar las vidas acorde al presupuesto divino.

Dentro del programa de Dios con el hombre, existe una constante demanda de responsabilidad. No asumir esta condición nos sumerge en formas de pensar evasivas, cuya consecuencia inevitable será la locura. Es entonces de vital importancia que todo ser humano sea criado para la responsabilidad y así puedan fundamentarse las vidas acorde al presupuesto divino. Muchos son los ejemplos en la Biblia ilustrativos de este planteamiento: 

En Josué 1:9, la idea del esfuerzo y la valentía está centrado en una demanda de responsabilidad. El mandato es claro para Josué: asumir con responsabilidad máxima su tarea, y así Dios estaría con él dondequiera que fuera.

Otra idea se expresa en Deuteronomio 30:19, el interés de Dios con su pueblo es que éste adquiera responsabilidad y la asuma como la tarea más importante. Sólo así podrán elegir la vida, decisión definitiva para ellos y su posteridad.

Ya en el Nuevo Testamento vemos que en Mateo 24:45-51, Jesús habla de dos siervos, uno comprometido con su tarea y el otro irresponsable. Lo ilustrativo está en el hecho de que Dios no acepta irresponsabilidades, pues reacciona fuerte ante quien se justifica por no haber hecho lo que debía. 

En Filipenses 2:12, se evidencia la responsabilidad de los filipenses. Ellos no actuaban para satisfacer a Pablo, sino que asumieron su responsabilidad aun cuando éste no estaba presente, en todo momento, ocupándose de su salvación con temor y temblor. De esta manera se desarrolla la disposición del querer y el hacer, impulsados por la fuerza que llega de Dios. No es que Dios haga por uno, sino al contrario, uno hace y quiere por Dios. Se tiene entonces, que la responsabilidad asumida con la propia vida y con los demás es una condición que expresa cordura y sensatez. 

Jesús es el mejor ejemplo de esto; desde pequeño dejó ver su actitud responsable y la fue construyendo a lo largo de su vida y así asumió su ministerio. Es así como en Lucas 4 se muestra la ocasión en que Satanás tentó a Jesús con su propio ministerio, mostrándole cuál podría ser la mejor forma de desarrollarlo, pero al final evidenció que nadie es tentado en lo que es fuerte, sino en aquellas cosas que en razón de su propuesta existencial, pueden resultar un atractivo para hacer las cosas como mejor convienen. Jesús descubrió la gravedad de la condición tentadora, hábil y sutilmente argumentada alrededor de la confianza en la protección divina. Esta es una tentación doble, a saber: por un lado, exigirle a Dios actuar de una determinada manera, porque Su Palabra lo dice. Y por el otro lado, se le tienta a Jesús a minar su libertad,  relegando su responsabilidad a Dios.

La verdadera fe no es excusa para la pasividad, sino el impulso para asumir con valentía nuestra misión en el mundo.

Un creyente no debe poner a prueba a Dios y paralizarse en la espera de que Él tome la iniciativa, pues Dios le entrega responsabilidades al ser humano, de modo que éste debe actuar por iniciativa propia.

 Jesús lo entendió, asumió la cruz del Calvario y su actitud responsable se convirtió en la base de la salvación del mundo. No se escondió tras la idea de que Dios debió cuidarlo y protegerlo, sino que se dispuso a sacar adelante su vida  con la confianza de que Dios estaría siempre allí.

En Juan 5, hay una idea complementaria a partir de la historia del paralítico de Betesda, un hombre que esperaba la conmiseración de los demás. Aquí se revela una condición de enfermedad más profunda que la simplemente física. Este hombre, cuando habla de su mal lo hace desde un territorio irresponsable, pues habla de lo que los demás no hacen por él. Tan absorto está, que no descubre las posibilidades de lo que él mismo puede hacer. Del mismo modo, hay quien permanece despreocupado frente a las circunstancias que le demandan. Pocos deciden levantarse de su postración y actuar creativamente, y muchos se rinden fácilmente; así como el paralítico, que convirtió su estado en una institución, y trasladó su propia responsabilidad a que dependiera de la compasión de otros, o en otras palabras, convirtió su enfermedad en la razón de su vida. Y así sucede en el medio espiritual, es preciso cuestionarse cuál ha sido la actitud propia frente a la Iglesia, si se ha despertado responsabilidad o hay autoconmiseración por la falta de atención que siempre reclamamos. Esto agrede la dignidad de la causa de Dios.

Es necesario entonces, salir del principio de evitación de la responsabilidad. Vivir bajo su dominio nos impulsa a evadirnos todo el tiempo: responsabilizamos nuestra biología, genética, formación cultural, origen étnico, o en ideas religiosas como los demonios; inclusive, culpamos a nuestros miedos y complejos. Todo esto nos enferma y no entendemos que una vida establecida en espacios definidos de responsabilidad son los lugares seguros para nuestra salud mental. Sólo así podemos encontrarnos válidamente con Dios, con nosotros mismo, con los demás y con el medio en el que vivimos. Es preciso comprometernos un poco más, haciendo los ajustes de los hábitos, de las costumbres, para adquirir la disciplina que nos lleve a ser cada día más responsables.

Es necesario ubicarnos en el lugar que Dios ha dispuesto para nosotros.

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