Teología, Doctrina y Vida
Existen maravillosos conceptos y principios de la fe cristiana, descubra en este canal todas sus aplicaciones a la vida cotidiana de los creyentes.

Pr. jorge enrique orejuela castillo
Pastor y consejero por más de 40 años. Graduado en Teología de la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos. Médico cirujano graduado de la Universidad del Valle. Actualmente se desempeña como Presidente de la Junta de Presbíteros de la Iglesia Apostólica de Jesucristo - "Fe en Jesús" Comunidad Internacional.
Vueltos a nacer por las razones de Dios
Esta invitación hecha por Dios través del evangelio nos brinda esperanza en medio de las circunstancias. ¡Qué buena noticia!
Los seres humanos estamos expuestos a muchos acontecimientos. Según Isaías 40:6, la naturaleza humana es frágil, equiparable a la hierba del campo, limitada y susceptible a destruirse. No obstante, detrás de la vida biológica hay una palabra de Dios que sostiene la vida. Esto se manifiesta en una promesa de valor eterno, dada por el evangelio.
Aquella buena noticia consiste en que Dios nos ha hecho renacer para una esperanza viva.
Este renacimiento no necesariamente tiene que ver con la eternidad, sino con una experiencia de vida que se construye a partir de nuestras decisiones, lo cual nos va conduciendo por un camino que nos lleva a ser aptos para cumplir un plan… y no cualquier plan.
Como seres humanos, Dios nos creó para apartarnos para un propósito distinto al resto de la creación.
En Efesios 1, el apóstol Pablo expresa que desde antes de la fundación del mundo, como especie fuimos escogidos por Dios para un fin. ¡Incluso viniendo desde el polvo de la tierra, el propósito de Dios nos abre la posibilidad de ser santos y sin mancha delante de Él!
Así, en un momento determinado del cumplimiento de su plan eterno, podremos resistir en su presencia la dimensión perfecta de su santidad y disfrutar para siempre de su presencia continua en amor. ¡El mismo amor con el que nos pensó y nos creó!
Los seres humanos nacemos por vías naturales, pero tenemos la oportunidad de volver a nacer a otra dimensión, a una perspectiva con valor eterno a la cual le llamamos regeneración. Nuestro bautismo tiene que ver con esto: simboliza un proceso de muerte y nacimiento a un camino que nos lleva a hacernos conscientes del sentido eterno de lo que vivimos aquí y ahora.
Para esto se nos pide reaccionar y replantearnos la vida. Así podemos darnos cuenta que algunas expectativas que antes teníamos han perdido su sentido y vigencia. Lo que elaboramos en este mundo, lo que creíamos que nos sostenía, no va a resistir el paso del tiempo.
La invitación de Dios a través del evangelio nos ofrece una esperanza viva, un renacimiento que trasciende la fragilidad de la existencia humana y nos conduce a un propósito eterno.
Aunque nuestra naturaleza es efímera, como la hierba del campo, la palabra de Dios sostiene la vida con una promesa de valor eterno.
Dios nos creó para renacer, para levantarnos de la muerte —en la que se deja el ser físico en la tumba y el polvo—. Esto requiere construir, en vida, una visión alternativa que nos dé el derecho a mirarnos desde la perspectiva de un propósito eterno de Dios.
Cada ser humano tiene reservada la posibilidad de vivir eternamente en presencia de Dios, como un hijo suyo, tal como originalmente se lo propuso. ¡Esto debe hacerse por la fe, ahora, antes de que lo físico desaparezca!
En Juan 1 se encuentra un poema en el que se expresa el propósito de Dios representado con un nombre; el Verbo. No hace referencia, inicialmente, a alguien, sino al proyecto de Dios, dispuesto desde antes de la fundación del mundo. Cuando nada había sido creado, solo estaba Dios. Con Él estaba su plan que vino a manifestarse millones de años después de iniciada la creación. ¡Cuán privilegiados somos!
Dios demostró que todo pasa, pero su propósito nunca dejará de ejecutarse. La Palabra de Dios se mantiene firme, pese a las circunstancias, la adversidad y el cumplimiento de los ciclos naturales. Su plan con nosotros nos señala una ruta existencial en medio de las posibilidades más difíciles y trágicas.
El propósito de Dios se encarnó perfectamente en Jesús, ser humano quien, viviendo en medio nuestro, nos permite entenderlo plenamente, por su obra, actitud y compromiso.
Si a partir de este renacimiento al que Dios nos llama, usted toma decisiones y moldea su vida a la medida de Cristo, no quedará reducido a vivir unos cuantos años, sino que experimentará plenamente el cumplimiento del propósito de Dios con usted.
El plan no se limita a una manifestación futura. Ahora usted puede comenzar a vivirlo y confirmar en el día a día las razones trascendentes de su existencia. Comprobará, finalmente, que su vínculo con Dios, sustentado por los propósitos de este gran plan, de ninguna forma podrá romperse; siquiera la muerte biológica, pues recibe el derecho de estar con Dios para siempre.