Los seres humanos nos perdemos muchas cosas buenas porque carecemos de la habilidad para verlas. Contrastando con nosotros, la capacidad del Señor Jesús para mirar más allá de lo común, le permitió darse cuenta de que el máximo valor que existe para nuestra especie es Dios el Padre, y por eso se nos invita a renunciar al tradicional afán de los hombres por aparentar y buscar sólo lo favorable y agradable a las pretensiones personales, y que nos dediquemos a hurgar a través de nuestro interior con el fin descubrir ese gran valor, en el secreto de nuestra intimidad. De esta forma podemos llegar a descubrir, aún en medio de circunstancias muy difíciles, maravillosas oportunidades para la vida, alrededor de poderosas experiencias con Dios semejantes a las que vivió Jesús. Aparece, entonces, la verdadera confianza en Dios para entender que si todo lo que está sucediendo es permitido por Él, no habrá daño para nuestra vida sino poderosas lecciones que nos orientarán el derrotero.