Teología, Doctrina y Vida
Existen maravillosos conceptos y principios de la fe cristiana, descubra en este canal todas sus aplicaciones a la vida cotidiana de los creyentes.

Pr. jorge enrique orejuela castillo
Pastor y consejero por más de 40 años. Graduado en Teología de la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos. Médico cirujano graduado de la Universidad del Valle. Actualmente se desempeña como Presidente de la Junta de Presbíteros de la Iglesia Apostólica de Jesucristo - "Fe en Jesús" Comunidad Internacional.
El principio de la esperanza – «La tragedia de las falsas esperanzas»
Existe la necesidad de establecer una visión de una auténtica esperanza, y desarrollarla sin estar confiados en ilusiones o fantasías que se elaboran y que se definen como esperanza, pero que en realidad son falsas esperanzas, que en muchas ocasiones despiertan expectativas y confianzas no sustentables en la experiencia. De modo que cuando se viven dificultades, se descubre que la calidad de la confianza no resiste la prueba a la que se enfrenta.
La esperanza es una virtud especial de la iglesia; en la cual el pueblo judeocristiano ha sido construido y sustentado en su desarrollo sobre la base de promesas de verdades de fondo, que obligan a las personas que conocen a Dios a ir desarrollando una verdadera estructura de ella. De ese modo, ya que esa esperanza es algo inevitable para una vida objetiva y saludable, no puede existir un ser humano que diga que está alcanzando niveles mínimos de realización si no ha construido una condición de vida sustentada en esa esperanza, pues lo mejor en el desarrollo de la vida no está en haber tenido un excelente pasado, o un maravilloso presente, sino tener una esperanza válida que lo sostenga y le permita ver la vida con posibilidades extraordinarias para cualquier mañana.
Cuando la esperanza se pierde, las razones de fondo de la vida van perdiendo sustento, hasta que aparece el sinsentido, que es el resultado de no tener un mañana, la motivación para seguir luchando. En la carta a los Efesios 2:11-12, el apóstol Pablo menciona el contraste entre la condición de los efesios antes y después del conocimiento del evangelio; la idea de fondo de esta visión es demostrar, que a través de la enseñanza apostólica llegó una nueva claridad de Dios que hace la diferencia. Así, se pude decir que la experiencia del cristianismo realmente se define alrededor de la claridad de Dios alcanzada. Pues en la medida en que Dios sea más claro, las posibilidades del futuro son mayores. De eso depende la calidad de la esperanza que se debe desarrollar, sino, siempre se corre el riesgo de confundir una ilusión con una esperanza.
Por eso, tener esperanza y tener al Dios verdadero son dos condiciones idénticas, dicho de otra manera, si no se tiene a Dios, toda esperanza que se construya no es verdadera, no es válida y no alcanza para las demandas de fondo de la vida. Entonces si no se ha desarrollado la capacidad de estructurar una verdadera esperanza, se deja ver que no se ha creído en el Dios verdadero, y posiblemente el dios que se tenga sea un ídolo, pues ese es el poder negativo de la idolatría, que degrada la capacidad para desarrollar una verdadera y válida esperanza.
La esperanza auténtica no puede basarse en ilusiones o fantasías que generan expectativas sin sustento en la experiencia, pues al enfrentar dificultades, se revela si la confianza es genuina o se desmorona ante la prueba.
En el cristianismo, la esperanza es un pilar construido sobre promesas de Dios, lo que permite a quienes le conocen desarrollar una estructura sólida para su vida.
Frente a esto, podemos decir que, para Pablo, Dios se expresa en la esperanza, y ahí se descubre a un Dios verdadero. Es lo que deja ver en Romanos 15:13: “Y el Dios de esperanza, os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo.” Al tener una relación con Dios surge la capacidad para esperar confiado en un futuro, pues en ese proceso relacional, Él conduce al camino que lleva a que se desarrolle gozo y paz en el creer, para poder producir abundantemente, a través del Espíritu Santo, una esperanza real. De modo que si un creyente ha desarrollado esperanza, es porque ha conocido al Dios verdadero.
En este sentido, también podemos decir que una de las tristes consecuencias de la idolatría es que destruye todo sentido de esperanza; entonces, cuando se ve el surgimiento de la impiedad, la esperanza se va desmoronando, porque se ha sustituido por otras cosas, debido a que la impiedad saca del territorio de la relación justa y verdadera con el Dios único, sustentador de esperanza. Pues en Dios, la relación con Él y la observación detallada de sus razones, se logra el territorio fundamental en el cual se va orientando las posturas existenciales. Considerar que el bienestar –aunque lo haya dado Dios- está en lo que se ha obtenido, es cambiar a Dios por un ídolo.
Por eso Jeremías 17:5, dice: «Así a dicho Jehová maldito el varón que confía en el hombre y pone carne por su brazo y su corazón se aparta de Jehová”. Aquí no se condena la confianza en los seres humanos, ni en las relaciones sociales válidas, sino que se condena que, producto de eso, poco a poco haya un distanciamiento de Dios, colocando la esperanza en las posibilidades de esos espacios relacionales en el mundo y perdiendo la visión de Dios, que llena de gozo y paz para desarrollar una auténtica esperanza por el Espíritu Santo.
Por eso toda esperanza sin Dios, sin una relación autentica y válida con Él, es engañosa, no salva y se desmorona al primer choque con la realidad; afecta a un ser humano débil, que fácilmente pierde el sentido de la vida. Un ser humano circunstancial, carente de valores, intrascendente, que sólo entiende la vida a partir del momento, sin armas para enfrentar las situaciones, incapaz de enfrentar las pérdidas y, sobre todo, incapaz de enfrentar la muerte.