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Confianza en medio de la crisis

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Descubra todos los recursos que Dios nos ha entregado para mantenernos en la cordura y que ésta se vuelva una condición normal en nuestra vida.

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Pr. jorge enrique orejuela castillo

Pastor y consejero por más de 40 años. Graduado en Teología de la Facultad Latinoamericana de Estudios Teológicos. Médico cirujano graduado de la Universidad del Valle. Actualmente se desempeña como Presidente de la Junta de Presbíteros de la Iglesia Apostólica de Jesucristo - "Fe en Jesús" Comunidad Internacional.

Confianza en medio de la crisis

Quien no están dispuesto a dejarse guiar por Dios, se expone a lo largo de la historia a su desaparición, por ello, la situación de la pandemia vivida, se interpreta como una oportunidad para no estar en zozobra frente a las dificultades, sino confiar en Dios y ver su propósito.

Esta reflexión se enmarca dentro de la actual situación que estamos viviendo en el mundo a raíz de la pandemia por el coronavirus y una de sus consecuencias, la cuarentena en la que nos encontramos; condiciones que nos permiten replantear nuestra verdadera estructura espiritual religiosa, entre ellas, la realidad que nos lleva a cuestionarnos sobre cuál es la postura que estamos tomando y cuáles son nuestras convicciones cristianas, pues en ellas debemos entender, que en medio de todo, Dios está presente, sigue fiel y somos nosotros los que debemos movernos alrededor de sus verdades. 

Toda esta circunstancia, es una situación donde se pone a prueba, tanto la disciplina de acatar órdenes de las autoridades superiores para el bien nuestro, como la capacidad de adaptarnos al hecho de tener que cambiar nuestros patrones de conducta para hacer lo correcto; pero sobre todo, se pone a prueba la confianza en Dios, la cual debe ser verdadera, demostrada en momentos de dificultad, viendo los problemas con la perspectiva de personas que creyendo en Él, se mueven por sus razones.

Frente a esto en el pasaje de Isaías 25:9 al 26: 1- 6, se presenta el contraste entre dos pueblos: el primero, que no actúa de acuerdo con la voluntad de Dios, no lo toma en cuenta y se muestra arrogante ante las propuestas divinas; y el segundo, un pueblo que confía en Dios, espera en Él y va conduciendo su vida de acuerdo con el designio divino. He aquí, una figura que nos permite comparar nuestra vida y mirar con cuál de los dos pueblos nos identificamos; si con esa actitud arrogante, que deja ver que el ser humano corre peligro, porque no mira los riesgos de las circunstancias; o si por el contrario, con nuestra actitud de creyentes ubicados en su Palabra, puesta la esperanza en la fidelidad de Dios.

Toda esta circunstancia, es una situación donde se pone a prueba, tanto la disciplina de acatar órdenes de las autoridades superiores para el bien nuestro, como la capacidad de adaptarnos al hecho de tener que cambiar nuestros patrones de conducta para hacer lo correcto.

Las personas que no están dispuestas a dejarse guiar por Dios, se han expuesto a lo largo de la historia a su desaparición, tal como lo muestran muchos ejemplos en la Biblia y la historia de la humanidad. Por esa razón debemos ver la actual situación como una oportunidad para despertar una disposición humilde, convencidos de que nada de lo que tenemos es garantía para enfrentar las crisis, pues la única garantía es Dios, y no estar en zozobra frente a las dificultades, sino confiar en Él y ver su propósito.  Como nos enseña Isaías 26:2-4 “Abrid las puertas, y entrará la gente justa, guardadora de verdades. Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado. Confiad en Jehová perpetuamente, porque en Jehová el Señor está la fortaleza de los siglos”.

Él está esperando de nosotros que superemos la condición de esa humanidad soberbia que se siente asegurada en su propia fortaleza, en  posiciones económicas, garantías geopolíticas, la fuerza de su vigor e incluso en sus pretensiones religiosas como mérito personal. 

Dios quiere hombres y mujeres humildes, convencidos de lo que Él representa; espera la conversión de un pueblo que establezca su confianza en Él como creador y sustentador; entendiendo que, nunca nuestra inteligencia y ciencia alcanzará para enfrentar las circunstancias difíciles del mundo, pues el único que garantiza nuestro sostenimiento es Él.

En la primera carta de Pedro 5:5, se nos invita a la humildad y al reconocimiento de la responsabilidad en la que gobiernos, familias y creyentes, hacemos parte. Es un llamado para reconocer la necesidad de buscar a Dios y cuál es la actitud que Él quiere que tomemos, para poder entender que como especie nunca tendremos las condiciones que nos den seguridad, sino que todo el tiempo dependamos de su infinita bondad; debemos acercarnos a su presencia con sumisión y mansedumbre, pues Él es fiel y justo, nuestra garantía siempre para encontrar salidas salvadoras a todas las situaciones que se nos puedan presentar.

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